viernes, 6 de febrero de 2009

En la danza del fuego

EN LA DANZA DEL FUEGO


Ah, fuego del amor,
que me llamas a tu hoguera…,
ay, fuego de la vida…
¿Qué condición habita en nuestro seno
que hace que palpitemos por otro corazón
como la llama ardiente que salta y que calcina,
como la brasa roja que si tocas te quema?

Y qué temblor de rama…,
y qué furor de ortiga…,
y qué dulzor de tierra desmayada,
de flor que se abre con el beso
fragante y generoso del rocío…

Ven a mi lecho, amor,
gocemos de los dones que nos presta la vida…,
salte mi corazón cuando te sienta cerca,
pegada a mí, como otra piel
que envuelve con su tibia
caricia la soledad de mi alma.

A nada he de temer. La vida se me inflama
y yo soy ascua que arde,
que late, que se enciende
cuando mi ser te ama…


TUS DEDOS


Tus dedos blancos
de lluvia herida
como azucenas entre los sauces
abren la brecha de mis latidos.
¡Tus dedos blancos!
Dedos de manos como la nieve
que sobre el campo deja su estela
de vida y de alma.

Tus dedos blancos,
finos y largos
como las cuerdas de la guitarra
que pulsa el viento
cuando en la tarde cruza las álamos.

Tus dedos blancos
sobre mi carne,
entre mi pelo…,
va a posarse justo en mis labios
y no hacen falta
ya las palabras.
En el silencio, tus dedos blancos
me hablan y me hablan.


SI ME DEJAS AMARTE

¿Me dejarás, amor
sentir entre los dedos
la dulzura sedosa de tu piel de alabastro?
¿Me dejarás que peine
la luz de tus cabellos
y en mi rostro sean hebras
de sol que me acaricia?
¿Me dejarás que bese
tu cuello de gacela
y que mi aliento juegue
con tu nuca y sea fiebre
y sea diente
que te besa y te muerde?
¿Me dejarás que muerda
con ternura en tu oreja
y al calor del instante
nuestras almas se enciendan?
¿Me dejarás tocarte, abrazarte,
tenerte…
y entregarme a tu pecho
y morir
y quererte?


EL DULCE FUEGO

Sentir el dulce fuego del amor
quemándote la herida
y al corazón amante
sentir cómo suspira…
Notar el ave extraña del amor
apenas detenida
sobre la rama en vibración
agreste de la vida.
Mirar en el volcán en erupción
las llamas quebrantando alrededor
las maderas podridas
y en rojo incandescente
hermoso como el sol
sentir cómo te atrae a su calor
la ardiente pira.

LLAMO AL AMOR

¿Quién tiene miedo al amor?
¿Quién teme al corazón saltando
como un caballo loco que no sabe de bridas?
¿Quién huye de su sangre
latiendo con pasión
buscando el hilo insigne de la vida?
¿Quién puede desear mejor el barro
gastado que se agrieta
que el oro de la lluvia
que, eterna, se deshace
en la caricia inmensurable del amor?
¿Y qué cobarde sino
renuncia a lo mejor de la existencia
por una turbia aguada pasajera
que se consumirá más allá del rincón?
¡No temo a los torrentes que rompen por doquier
las mediocres barreras de la norma!
¡No quiero las sonrisas vacías que se dan
como se da una cáscara que luego ha de tirarse!
¡No! Y llamo a la bravura del fuego y del valor
desde este otero que ve salir el sol
y luego, por la noche, celebrará la luna.
¡Rompamos las cadenas del dolor!
¡Derribemos los ídolos estúpidos que ponen
películas de fango en nuestros ojos
y máscaras de hielo que amordazan
la fuerza de nuestro corazón!


FULGOR DE LIRIOS

Hay un fulgor de lirios que tiemblan sobre el agua
que, por mi vientre, es llama
cuando tu mano busca debajo de las sábanas
y un sol de primaveras
que esplende por los árboles
se retuerce en mi sangre que, alocada, cabalga
por encima de oteros sobre tierra mojada
y se encrespa en mis ingles una rama tan alta
que es como si tocara con su punta las cumbres
de las blancas montañas.
Y me muero en tus brazos y se enrosca una lágrima
que se anuda de luces
y anega mi garganta.
¡Qué alegría de tristezas
que no encuentran palabras!,
¡y qué grande la vida
y qué grande la lluvia
que me levanta el alma!


LA SOMBRA

Tu sombra está detrás. Por el espejo
puedes mirarla; acaso la domines.
Está el vencerla, claro, entre tus fines,
¿cómo, si no, tirar todo lo viejo?

Mirar sus ojos yo no te aconsejo;
harán con su poder que tú alucines,
conseguirán que nada discrimines
petrificado y sólo, hundido…, añejo.

Contempla de soslayo el poderío
que oculta al sol y enciende en el ocaso
roja pasión y nubes de oro frío.

Si logras dominarla, de su vaso
podrás beber el néctar más bravío.
Sabes que hasta en Medusa está Pegaso.


MAHLER SONABA

Mahler sonaba y los violines
eran volutas que la niebla dibujaba
sobre sus pechos y en mis manos
el tiempo desprendía de sus pezones
lluvia dorada, leche infinita,
algo que el cuerpo trae de una parte
lejana y borra todo
cual si las cosas dejaran su perfiles
desdibujados, como espectros
de luz entre la bruma.

Mahler sonaba y las caricias
hacían que se oyeran las trompetas
como sopladas por la sombra
enérgica y feroz del fuego interno,
ese que habita en el confín
secreto de un lugar del universo
que es puerta y es umbral
y es un fin y un principio.

Mahler sonaba y su canción,
como un canto de gloria y de lamento,
gritaba el esplendor del cielo en torbellino,
de la excelsa quietud que agita todo
y lo concentra en un punto cabal
en el que cabe toda la existencia.

3 comentarios:

Sandra Figueroa dijo...

Que belleza de poesia, besos en letras. Te dejo saludos desde Mexico. Cuidate.

Rvdo. dijo...

Hola Emilio,

Hace tiempo me puse en contacto contigo para ver si estabas interesado en publicar algún texto en la revista "La teatral". Me enviaste el texto "El paracaidista", me gustaría poder publicarlo en el próximo número de la revista; para ello necesito por un lado tu permiso y un par de cosillas más (una foto y una breve reseña biográfica). Respóndeme a este mail (jberger666@yahoo.es) y lo hablamos.

Abrazos.

Lina Caffarello dijo...

Un título sublime para bellísimos poemas que exaltan el acto amoroso. Felicitaciones y éxitos.