CAÑA
El Amor es la tontería más gozosa. El juego más profundo. La noche más febril. El dolor más sutil. La noche más preciada de tu alhaja.
Eternidad. Amapola que hiende. Que se hiende. Sangre sobre los campos de lavanda. Gozo sin fin.
Caída de golpe. Sobre el suelo del portal frescor que corta la mañana. Y luego levantarse y retozar. Y ser feliz en medio del desastre.
Abandonar la Plenitud. Que no te importe. Que nadie sepa nada y tú sonrías. Y estar pleno de luz cuando la noche se hace oscura.
Me desperté encendido. Jugaban las palabras como río. Todo fluía isquémico y cortado. Como cascada lenta que se para.
No busco nada. Encuentro asombro. Asomo en el brocal. Disfruto los aromas. Me perplejo. ¿Estaba bien la mesa? No lo sé. Me acerco y pruebo un poco los pasteles.
¿Existe el verbo perplejar? ¿no? Y con lo bien que suena. Acerco al oído caracolas para escuchar el mar. La mar de cosas que se oyen.
Respiro como un loco. Me asfixio y vuelvo a respirar. La ataraxia respira por mi boca. ¿Por qué el ciprés se agita entre la brisa? Una ardilla que corre en mi interior se queda quieta.
Y no puedo dormir. La noche echó en mi alma su edredón. Su revoltijo. Ahora, de pronto, todo se calmó. Yo volveré a dormir bajo los robles agitados.
Hay verbos para adentro, que solo existen reflexivos. Como perplejarse. Y si no existe, tiene que existir. Otro, como cuidarse, cuando no es reflexivo es otro verbo. Ser reflexivo es reflejarse en el espejo. Pero también es reflexionar.
Trabajar. Producir. Ser útiles. Ser virtuosos y sabios. Detrás de todo, el Tiempo. Contemplar la verdad, sin nada que buscar, nos acerca a lo Eterno.
Analizar sin fin. Y todo se dispersa. Al contemplar callado y escuchar el Silencio, todo vuelve a reunirse.
Ocio no es diversión. O no lo es en el sentido de no hacer, de estar haciendo nada salvo dejarse hacer. Ocio es prender la realidad, libres de lazos y ataduras.
Fiesta no es perder la realidad. No es olvidar lo cotidiano. Fiesta es Vivir la Realidad. Que trabajar tenga sentido. Que hasta la muerte lo tenga.
El éxito no es brillar en el trabajo. No es que otros te lo den. El éxito es estar donde uno ama. Libre de lazos y de otros. El éxito no está en el Parecer. El éxito es el Ser. Independiente de los otros.
Roja amapola, lila violeta. Y al fondo un amarillo brillando en el azul. El verde sobre el campo. Y la tierra marrón. Todo así de sencillo.
Acumular los bienes, ¿para qué? El Tiempo es un cuchillo que te siega. Vivir y disfrutar. Gozar del tiempo aun desde lo sencillo. Todo se gasta. El Tiempo se lo lleva.
En la quietud del contemplar no hay pasividad. No es “no hacer”, sino “hacer” desde el Ser libre. Sin nada que te obligue o te presione.
Esperar no es soñar con lo imposible. Es pararse a contemplar lo que se hace y lo que no. Y ver la dirección con un punto de anuencia y hasta un poco de pereza. Andar ya se andará. Después. Y ahora y siempre disfrutar con el camino y el actuar cuando se actúe. Y la contemplación. Y la molicie.
El poder que consiste en manipular y dominar a los demás, siempre depende de los otros. El verdadero poder ni manipula ni es manipulado. Y no rinde cuentas más que a su propio corazón y a Dios.
La rectitud, como la nobleza, no necesita de leyes ni códigos complejos que haya que aprender. El corazón te dice lo que es bueno.
Suena la flauta entre las hojas del cañizo. El viento es músico celeste. Solo hace falta escuchar.
Demorar. Dejar que las cosas sean. A su tiempo; lento, a menudo. Demorarse. Saborear con paciencia cada bocado de la vida. Hacer de su pastel un tiempo dilatado.
La prisa es el emblema del tiempo actual. Tiempo que ajusta producción y todo lo calcula. No hay un segundo que perder.
¿Perder el tiempo? ¿Es el tiempo moneda que guardar? Cuando la vida se detiene para mirarla es cuando el tiempo se ganó.
Lo más hermoso de tu tacto fue cuando la mano te tembló.
Lo que el camino tiene alrededor es, a menudo, de más sustancia que el sendero. Mirarlo bien, darle rodeos, detenerse. Eso no hará el camino largo, sino ancho.
Lo mejor del poema eran los silencios. Lo mejor de la música el calderón. El momento más excelso de la danza, aquel en que el bailarín paró.
Viajar no es recorrer, como quien traga tierra. No es hacer colección de vistas. No es consumir cosas de allende. Viajar es conocer el corazón de otros lugares.
Si no vas a escuchar mi corazón, ve con la música a otra parte. Debajo del sonido vuelan pájaros.
Noche sobre el brocal. El pozo negro es aún más negro. Pero míralo bien. En él relucen las estrellas.
Pobre de fama y de dinero y sin embargo es rico. Tiene a sus pies la libertad y el mundo abierto en una rosa.
Quietud. Quietud feroz. Dulce, pero salvaje. Suave, pero potente.
¿Por qué explicas mejor cuando te callas? ¿Será que ya no habla tu yo, sino tus ojos?
No sé explicar con palabras lo que siento. Por eso la metáfora.
Tengo un tesoro, pero es secreto. Su misterio es lo que atesoro.
La metáfora no es un adorno. Es otra forma de explicar.
Si la araña se atrapa en su propia red, para escapar de la trampa no tiene más remedio que romperla.
Si lo que era madre promisora se convierte en despensa que saquear, la casa deja de ser hogar y se convierte en ratonera.
Cuando el paisaje dejó de ser sagrado, su dimensión más honda se volatilizó. Ahora solo es cubículo de pienso y excrementos.
El tiempo perdido no se recupera. Pero se puede aprender a no perderlo más.
El agua de la corriente, de cerca, va muy rápida. Pero vista de lejos es espuma detenida.
Lágrimas secas. Puede el dolor hacer la noche larga. Y puede hacer que brille la desolación.
Noche sin luna. Negra como pozo sin fondo. Pero en el cielo se derrama la inundación.
Pensar. Pensar con el cerebro. Y sin embargo entender con algo oscuro del corazón.
Sentir. Sentir la vida. Notar la mariposa que vuela sin ruido en la oscuridad.
Templo es lugar de reunión; pero no el único espacio sagrado. Sagrada es toda la Creación y cada rincón está fecundado con la gracia del Espíritu.
La voz sale del pecho y garganta y lengua. Somos el instrumento con que el alma y la cabeza hacen su música.
La física cuántica ya lo ha comprobado: depende de cómo mires, verás la realidad.
Decir que solo existe lo que se ve es una afirmación nada científica. Lo que vemos sólido es solo un baile perpetuo de energía.
La muerte no es algo de lo que huir ni algo que desear. Es algo con lo que convivir. La muerte forma parte de la vida. De la nuestra también. Todos tenemos que morir.
La soledad, qué dura y, a veces, qué difícil. Pero qué gozosos los instantes en que desvela las luces raras.
Si la luz es demasiado intensa no puedes ver. Su brillo te deslumbrará. La vida nunca se manifiesta en toda su intensidad. Los velos que nos la ocultan son los que nos permiten ver.
Aprender a mirar. Desaprender lo que nos enseñaron para poder ver lo que no sabían. Lo que nunca quisieron ver.
Vaciarse de basuras y frases hechas. Dejar sitio para que entre la claridad.
El peor prejuicio es creerse libre de prejuicios. Ya nos dijo Espinoza que cada palabra es un prejuicio.
Desentrañar el perfil de las sombras. Todavía más: desentrañar su interior.
La flor silvestre en medio del erial es la más hermosa. Sin nadie que la riegue. Sin nadie que la abone. Y ahí está. Hermosa y desafiante en su sencillez.
Balate abandonado. Qué hermoso lugar para dejarse ir, rodando entre la tierra.
Violeta oculta entre la hierba. Sin arrogancia ni coquetería, qué hermosa su belleza natural.
Hacer cada cosa, tomar cada decisión sabiendo que la muerte nos mira y da valor.
Sentencias que no sentencian. Puertas que solo abren. Juicios que no prejuzgan. Palabras que no limitan. Partidas que nada parten. Palabra que no apalabren. Dibujos que no definan. Formas que, entre la niebla, se muestren firmes y misteriosas.
Cuevas como úteros. Oscuras. Silenciosas. Entrar en ellas es desnacerse. Es explorar lo que hubo antes de llegar.
¿Puedes asir la arena en el desierto? Allí tus dedos son gusanos sin control. Y el sol deja su fuego en la distancia. Sin nada que lo pueda dominar.
Trueno en la noche. El cielo se sacude. La tierra, iluminada, brilla y desaparece.
Las nubes se han marchado. Tiene la tierra olor a claridad.
Mi corazón se encoge si el terremoto suena. Después, en la desolación, hay en la tierra un disponerse oculto, como esperando lo que vendrá después.
Tiene la espera un ritmo que hipnotiza. En él puedes sentir que la angustia te muerde. O que la vida se para y te acaricia con su tranquilidad.
El saltamontes sobre la espiga. Hermoso en su forma estilizada, parece un bailarín. Y puede ser una plaga.
Cientos de mariposas volando. ¡Qué hermosura! Y antes, cuando fueron cientos de gusanos, ¿lo eran también?
Las matemáticas explican con teorías gran parte del universo. Pero hasta en los números, los hay irracionales.
Despensar puede ser guardar en la despensa; pero también limpiar el pensamiento de basura para dejar sitio a la luz.
No es lo mismo la apatía que la quietud. No es lo mismo lo anodino que lo sereno. No es igual melancolía que nostalgia. No es lo mismo la pena que la tristeza. No es lo mismo la alegría que ser feliz.
Intenta definir la soledad. Se puede estar solo y sentirse anímicamente acompañado. Se puede estar en compañía y sentir soledad espiritual. ¿Es propia de valientes o de cobardes? ¿Es algo que da tristeza o que da valor? ¿Da independencia o incapacidad? Una simple palabra y se abre un mundo.
Calla un momento tu cabeza y deja que el Silencio te atraviese. Solo así lo podrás entender.
Si la noche te habla podrá contarte historias bien hermosas. Pero si llega en silencio y tú la escuchas, te estremecerá.
La pluma se desliza y traza en el papel. Y solo son palabras cuando alguien las lee. Serán alas si llegan al alma que las sienta.
La caña silvestre suena cuando es flauta y escribe si es cálamo. Sin nadie que la cuide, de ella pueden salir alientos que son música y rastros que son palabras. Tiene la consistencia de la tierra y la elevación del fuego. Puede beber del agua y danzar en el aire. Es sencilla y sagrada.
Escucha cómo canta el cálamo en el papel. Es un aliento invisible. Flauta que suena al revés.
Cuando ponemos nombre a algo, pasa a formar parte del catálogo de nuestra existencia. Pero también existe lo sin nombre que aún no conocemos ni sabemos nombrar.
La flor del infinito esparce sus aromas por la noche estrellada que, así, se transfigura.
El otro siempre es un peligro y es un misterio. Acercarse con empatía y conocerse con afecto disipa los peligros y aclara los misterios.
La realidad nos aplasta con su materialidad invencible. Y, no obstante, en la rotundidad individual de cada objeto, presentimos un misterio inalcanzable que es sujeto de nuestra inquietud. Como si en
todo y en cada cosa de ese todo, la nada, agazapada, se estuviera riendo de nosotros.
Ay, desamor, oscuro mar de insomnio, atroz gris, levedad…, quietud que con el tiempo se pudre y se derrama. Quién puede, en una tarde de sol enrojecido, decirle al corazón: ya no te apenes. Querer mirar la luz naciente en las montañas y, como nieve exhausta, sentir entre los dedos la sensación de amar. Corren, entre la grava, los corzos; saltan, vuelven, por el camino, regresan a los bosques en que un verde esmeralda acuna sus caricias. Y aquí esta soledad de piedras silenciosas. Y cómo mi corazón te busca y no te encuentra. Y cómo la dulce luz se adentra en mis entrañas y se hace lágrima. Y duele.
FLAUTA
EL ABRAZO
Que la tierra me esconda en su abrazo silente
cuando llegue la hora en que todo se acaba.
Que las aguas se cierren sobre mí en almadraba
y que el viento se calme y me bese la frente.
Que haya una paz sedienta en el fuego inclemente
y todo quede quieto tras la lluvia que alaba.
Que la luz sea de cobre y la noche, de aldaba,
como llamando al tiempo, que cesó de repente.
Y que ya no conteste y unas flores de olvido
en el campo amanezcan como las amapolas.
Que haya nada a lo lejos y, de cerca, en el nido
los polluelos no llamen y que las caracolas
no cuenten de los mares al pegarse al oído.
Que la tormenta cese y me traguen las olas.
LOS CONTRARIOS
¿Pueden ser los contrarios compatibles?
¿Pueden ser, a la vez, complementarios?,
¿vivir la exaltación en los osarios?
¿cosas banales, ser imprescindibles?
¿Ser los rostros más duros, más sensibles?,
¿haber profundidad en los primarios?,
¿que no paren jamás los sedentarios?,
¿que las más bellas sean más terribles?
Es misterioso ver cómo la vida
te muestra que lo efímero es eterno,
que es paradójico el placer que da la herida,
que puede ser lo antiguo más moderno,
que el gozo se acompasa a la mordida,
que puede estar lo bueno en el infierno.
¿POR QUÉ EL AMOR?
¿Por qué el amor desborda como el río
que salta los candados y destroza
los topes y se lleva hasta la choza
que fue refugio y ahora es desvarío?
¿Por qué aclara lo oscuro y en el frío
presta calor, te arrastra hasta la poza
y en el fondo te da un fuego que goza
haciendo de tu ahogo poderío?
¿Será que te recuerda alguna cosa?
¿Será tal vez que aquello que olvidaste
se asoma entre la sombra así, alevosa?
¿No será que te anuncia que llegaste
al borde del delirio y es la fosa
lo que abre puerta al sitio que dejaste?
EL ANHELO
Prendido estoy, Señor, sobre el abismo.
Prendido de un sopor en que no llego
a ver, que tanta luz me deja ciego.
Prendido y olvidado de mí mismo.
Si me suelto, tal vez el ostracismo
se trueque en un vigor de ardiente fuego.
Pero qué pasará si todo, luego,
se vuelca, desprendido, hacia el mutismo.
Quizás sea callar lo que me ayude,
que, al fin, tanta palabra no consigue
lo que quise lograr, pero no pude.
La angustia del fracaso me persigue.
La bandera de sol se me empercude.
Pero mi anhelo sigue y sigue y sigue.
ESPIGAS EN LA TIERRA
Pesadas voces, a lo lejos, recriminan
a no sé quién por no sé qué: ¡Vamos! ¡Arriba!
Un pobre viejo, apenas recto, se encamina
con lentitud hacia un lugar que se perfila,
perdido al fondo, entre unas sombras asesinas.
¡Y qué dureza al caminar! ¡Y cuánta espina
sobre los tallos de la aulaga y de la vida!
La noche cierne su amenaza y le cautiva
el lubricán que con sus luces ilumina.
Hay un momento en que se para y que respira
con la mirada entre metódica y perdida.
Del suelo sube, hasta su vientre, una embestida.
La tierra es fértil y, a su amor, somos espigas.
Tankas
La araña teje.
Dibuja con sus hilos,
siempre lo mismo.
Y, sin embargo, miras
y es cada vez distinto.
Todo se para.
De repente parece
la vida imagen.
En sus luces, nosotros
somos solo paisaje.
Muchas luciérnagas
en danza fosforecen
la noche verde.
Sanguijuela en el barro
huele a oscuro y a muerte.
Luna de hueso.
Esta noche es opaca.
Yace en el cielo
como un ópalo frío
que pusieran a un muerto.
Estalla el rayo.
Una raya en el cielo.
Huele a quebranto.
Por el hueco dejado
ha crecido una estrella.
Playa de noche.
El runrún de las olas
verde es, y eléctrico,
como el que te acomete
cuando te llega el vértigo.
Recuerdo es sombra.
Se mueve en las paredes,
habla al revés.
Lo que va hacia el futuro
te regresa otra vez.
Pájaros quietos
sobre un cable de luz.
Música escrita
que, cuando echen en vuelo,
empezará a sonar.
Un rascacielos
se levanta potente.
Mas, ¡ay del tiempo
en que el cielo lo rinda
del techo a los cimientos!
Cuando los vientos
hagan de las montañas
polvo esparcido,
no servirán espadas
ni techos protegidos.
Vendrán las luces
sobre abismos que anuncian
el fin del mundo.
Y aún será más bello
el último segundo.
Una falena
se ha acercado a la luz.
La muerte es brillo.
salta desde el azul
al negro y amarillo.
CÁLAMO
¿QUÉ PODER?
¿Qué poder es el vuestro que solo engendra odio
destrucción y desastre?
¿Qué poder, que acorrala, que extorsiona,
arremete y destruye a gentes indefensas?
¿Qué poder, que acapara los pobres bienes de otros,
como avaro ladrón que nunca se complace?
¿Qué poder, si la sangre y los ojos
de niños inocentes os miran con terror
y han cambiado el asombro por el dolor y el asco?
¿Qué poder, eeh? ¿Qué poder?
¿En qué manda?
LAS CAÑAS, LA FLAUTA Y EL CÁLAMO
Un retazo de viento se ampara entre las cañas.
Como flautas que lloran, se estremecen sus hojas.
Llega un labriego y corta de un golpe de guadaña.
Coge un pedazo corto el pastor. Lo deshoja.
Con unos agujeros que tapa mientras sopla,
de la caña hasta el cielo sube una melodía.
Un poeta recoge otro trozo que sobra,
perfila en su bocana un bisel y lo afila.
Será sobre la tinta y el papel una pluma,
un cálamo que escribe secretos que se esfuman.
Viento sobre las cañas, soplo sobre la flauta,
rayas sobre el papel en que el cálamo canta.
Y un espíritu hondo que nos lleva en su aliento,
golondrinas de nieve, en el aire vilanos,
escribe sobre nubes, dibuja por el cielo.
Y nosotros reímos y nosotros lloramos,
mientras las cañas trazan su espiral en el tiempo.
VOLVER A CASA
¿Y si llegar al agujero,
cruzar la oscuridad, acabar allí
y aparecer entre la niebla, tirado por la luz,
es, más que terminar, sentir que se llega a casa?
¿Y si, después de tanto luchar,
de andar por tantos lugares,
de ganar y de perder, de abandonarlo todo,
después y, al fin, siente el corazón
que ya el cansancio se terminó
y que, por fin, ha llegado a casa?
EL PURO AMOR
Amarte porque sí. Sin nada a cambio.
Porque mi corazón se abre a este amor
que no teme castigo ni pide recompensa.
Amarte porque sí. Porque al amarte
la vida se convierte en luz que no termina.
Y sin que importe qué me puedes dar o qué
pueda perder si no te tengo. Amar.
¡Amar, amar, amar! Enamorado del amor,
del puro amor que se abre en el camino
y es claridad azul sobre la noche oscura.
PALABRAS QUE ENAMORAN
¡Qué hermosas las palabras
que con tímido misterio te enamoran!
Conticinio, momento en que la noche
se queda callada y, aturdido,
contempla uno que todo, en la quietud,
es como un suave duermevela.
¡Duermevela! Qué enigma de profunda levedad
que te habla de la vida como un sueño,
pero, a la vez, real, efímero, volátil,
como si todo fuera un humo que se eleva
y se va disgregando en la celeste inmensidad
fundido en la distancia y el olvido.
LAS PALABRAS
¿Será que la palabra es el verbo que crea?
¿Será que con los nombres damos forma a los entes?
Si no hubiera ese nombre para cosa, o la rosa,
o la lluvia, o la rubia…, esos ruidos, ¿qué harían?
Si no hubiera palabras, ¿cuál sería nuestra forma
de mirar lo que pasa? De sentir. De pensar. De vivir.
EN EL FIN DEL MUNDO
He venido contigo esta tarde
a este sitio en que termina el mundo.
Más allá solo vuelan los pájaros
con sus siluetas de uves trasnochadas.
Ahora, aquí, es tu cuerpo un umbral a una parte
en que las sombras habitan camarotes
de barcos que navegan con fantasmas errantes.
Déjame que te bese y entremos en la niebla
como árboles tronchados que danzan con el viento.
Y que la luz blancuzca disuelva los contornos
de todos nuestros bordes de arruinados veleros.
LA MARIPOSA
La mariposa que vuela
en el jardín de las rosas
nos turba y hace presente
el cosear de las cosas.
Todo nace y se destroza.
Todo se forma y se gasta
y no sabemos la imagen
que tiene su esencia intacta.
Si el tiempo se detuviera,
¿qué pasaría del instante?
Todos los demás que fueron
¿no estarían también delante?
LA DANZA DE LOS ESTORNINOS
Los estorninos que danzan
dibujan sobre los cielos
lazos que giran y forman
olas sobre mares ciegos.
Es hipnótico mirarlos
cómo dirigen su vuelo;
tantos pájaros volando
en animado concierto.
¿Y qué espíritu los guía?
¿Quién les dice cómo hacerlo?
Todos moviéndose libres
y, a la vez, todos de acuerdo.
HABITACIÓN DESNUDA
La habitación desnuda con paredes
de un suave mate blanco.
Apenas la ventana, velada levemente,
rompe con sus reflejos la suavidad reinante.
Unas menudas sombras, tal vez de algún insecto,
son el único adorno del espeso silencio.
Al final, a lo lejos, se oye un rumor antiguo
de ramas que se agitan.
Un parpadeo sutil sobre la estancia quieta
hace vibrar la vida. Luego todo se aquieta.
La placidez del mundo se duerme en la ventana.
CASA AMADA
¿Cuánto guarda un jardín,
en su quietud, del alma?
Cada rosa que alcé, cada rincón querido,
cada flor que sembré, cada hierba en mis manos;
árboles que tuvieron a su sombra mis sueños…
Casa amada que el tiempo
ha vestido de luces ya para siempre mías.
Aunque el barro se pose en tus bellos arriates
y las piedras se pierdan bajo nuevos presentes,
serás en mi recuerdo, no ruina, no daño.
Serás, en la emoción, el dulzor del abrazo.
Mi corazón tendrá, para siempre, en mi vida
un semblante de amor prendido en tu alegría.
LAS FANFARRIAS DEL ALBA
Los manojos de esparto mecíanse al viento
y un vaivén de retamas al son de silbidos dejaba
por toda la falda reflejos de verde en la parda montaña.
Había en la vega un cielo pintado de azul lapislázuli.
Tenían las nubes sus blondas guedejas brillantes de un oro
sangriento de sol.
Dejé mis cabellos volar en el aire.
Dejé mi cabeza volcarse al vacío del pánico abismo.
El gris precipicio abría sus fauces
con un eco arcano de yonosequé.
Sentí la llamada de dioses antiguos
igual que si fueran trompetas gigantes
que hicieran de pronto sonar las fanfarrias azules del alba.
LA CASA ROTA
Si mi casa se ha roto yo no he perdido nada;
al contrario, al abrirse mi techo la libertad se ha hecho
la dueña absoluta de mi ser.
Ya no me atan las cosas. Los objetos son alas
y la noche y sus sombras se ha transfigurado.
Soy cosmos en el Cosmos. Soy agua entre las Aguas
y soy tierra en la Tierra.
Donde mis pasos vayan, mi casa va conmigo.
FELICIDAD, CÓMO TE POSAS
Felicidad, cómo te posas,
pequeña mariposa de color…,
a qué mata te aferras y en qué viento
estirazas tus alas ¡y a volar!
Dolor, si vienes a morder,
muerde con fuerza y vete.
Si no hubiera contraste, qué indolencia…,
sin sentir el placer cuando el dolor se fue.
Sobre la tierra herida
florece la semilla que cayó.
Y qué felicidad ver cómo el campo
se viste de otra forma y tiene otro color.
EL BANCO FRENTE AL MAR
El banco frente al mar.
En él hay cuatro ancianos.
Siempre. No caben más.
Si uno se muere, otro ocupa su lugar.
A veces, la mano descansa en un cayado.
Hablan, a veces. Otras no.
Mirando al mar, a veces, desmadejan
despacio sus recuerdos.
Ahora ni eso. Miran las olas
venir, marcharse, regresar…,
iguales siempre y siempre tan distintas.
Cercanas siempre y siempre tan distantes.
Pensando, ¿en qué? Ni ellos lo saben.
Si les preguntas, se sorprenden. Parpadean…
Tal vez a ver llegar la última ola.
Lejana siempre y siempre tan cercana.
EN EL LOTO
Del apego del barro, la libertad de la hoja;
de lo oscuro del lodo, la elevación del loto.
Nada turba su numen luminoso y remoto;
se desnuda de formas, de su ego se despoja.
Las libélulas beben su halo de infinitud
y hacen las mariposas un nido entre sus flores.
Todo es paz en el aire y en el agua hay amores
que se dan en la danza lenta de su quietud.
El otoño abandona sus reflejos de cobre
y el tiempo se retira y es rico de tan pobre.
LUNA SOBRE EL DARRO
El jardín se ha dormido sobre el agua del Darro.
El tiempo se estremece y es rosa perfumada.
¿Qué destello de luna se ha enredado en el barro
que el jardín se ha hecho fuente y la rosa, Granada?
LAS GALAS NEGRAS
En un mar de amapolas de un rojo de sangre
y nimbadas de luz,
vino la muerte a verme con sus galas de sombra.
Elevando sus alas translúcidas y negras,
como cortina de agua sobre el febril crepúsculo,
me mostró su palacio de consuelo y olvido.
Si me amas –me dijo- para ti será el sueño
donde no hay sufrimiento, ni el dolor, ni el recuerdo
oprimirán tu pecho.
Y sentí que la amaba, me acerqué al precipicio.
Las amapolas, muertas, ahora eran manchas negras
bajo un sol escondido
y las piedras azules, ahora eran desmayadas
y grises, de un perfil de vahído.
¿A dónde vas?, la brisa me susurró al oído
y dejó por mi cuello rozar su escalofrío.
Mi corazón golpeaba la frontera de mi alma
como un tambor remoto llamando a no sé qué.
Me sentí respirando en un cuerpo de fiebre,
estragado y caliente sobre la noche tibia.
El tiempo había cesado su runrún macilento,
el viento había calmado su voz. Era silencio
el paisaje sediento que mis ojos no veían.
De pronto hubo un destello en las altas colinas,
la brisa regresaba y luego…, amaneció.